Fuente: Juan Carlos Viela
Entender e interpretar correctamente la productividad es complicado en muchos entornos de trabajo sometidos a cambios constantes. La razón es que casi nunca se producen dos unidades iguales, como ocurre con los pedidos preparados en un almacén, las rutas de distribución física, la compra en una gran superficie o las tareas en una oficina. El tiempo empleado en completarlas no depende sólo de la unidad producida.
Aunque desconocido, el método Loypro empieza a gestarse a principios de los años 90, en los almacenes de grandes distribuidores comerciales, y se ha extendido a operadores logísticos, fábricas y oficinas. Desde hace más de 10 años, se viene aplicando de forma sistemática en almacenes, fábricas, y empresas de servicios en general, pudiendo extenderse a la distribución física y a los puntos de venta de la gran distribución. Sus resultados están probados; solo por implantarlo, la productividad ha dado un salto real mínimo del 10 %.
Se basa en que cuanto menos tiempo se emplee en realizar un
mismo trabajo, mayor es la productividad conseguida. No mide la productividad, sino las diferencias porcentuales
frente a una referencia real, mediante un indicador cuyos valores positivos o negativos
señalan su ganancia o pérdida. El aspecto que presenta ha de ser personalizado, pues no
existen dos entornos idénticos.
Converge en una herramienta de medida sencilla, potente,
barata y bastante más fiable que las convencionales. Además de estas ventajas:
- Admite tratamiento manual o automatizado, dependiendo del
origen de los datos.
- Es muy útil en centros donde trabajan gran cantidad de
personas.
- No necesita del cronometraje ni de estudios de tiempos.
- Se desenvuelve con naturalidad en ambientes de cambio
constante, pues se adapta automáticamente a las situaciones.
- Se puede estructurar en tantos niveles como lo permita la
información disponible. El nivel más bajo correspondería a una persona, y desde él se
puede ir ascendiendo por actividades y secciones, hasta llegar al centro de trabajo,
y en algunos casos, a toda la empresa.
Se emplea, también, con otros propósitos:
- Detectar el método de trabajo, la persona o el lugar de
trabajo más productivo.
- Ser el termómetro inmediato de las decisiones de gestión
que se toman, para poder confirmarlas o deshacerlas.
- Medir los progresos de la productividad en programas de
mejora continua.
- Planificar dinámicamente los recursos necesarios para
cubrir una demanda en un periodo de tiempo.
- Establecer políticas de adquisición de recursos.
- Valorar los recursos ahorrados con las decisiones tomadas.
- Construir sistemas de incentivos ligados a la
productividad.
- Eliminar disputas en contratos con
incentivos sobre el aumento de la productividad
No hay comentarios:
Publicar un comentario